7/10/09

Agosto 2009. Día 3

Heme aquí, oh marmotas y amigos marmotiles, narrando la continuación de nuestro improvisada turné veraniega... más vale tarde que nunca, no?

Y como de improvisación iba la cosa... pues a Sanabria que nos fuimos con nuestra no-tienda, nuestro no-camping-gas, y el ánimo arriba tras la tarde piragüera en Los Arrives y los últimos planteamientos que del viaje se habían hecho. A estas alturas, descartados los Ancares y el norte portugués, todo apuntaba que tras Sanabría pondríamos rumbo a Asturias, para encontarnos con los Achos Ilde y Paloma, su autocaravana y la posibilidad de hacer una ruta chula en bici y el descenso del Sella. Pintaba bien la cosa, el clima acompañaba y el destino era ansiado...

...Pero tan ansiado era el destino por nosotros, como por los tropecientos mil veraneantes que encontramos al llegar al lago. Quién nos iba a decir a nosotros que Sanabria es el Benidorm de leoneses, pucelanos y demás regionalidades!!
Como muestra de lo que digo, valgan estas dos imágenes tomadas en el mismo lago en diferentes épocas del año.

Sanabria. 17 de Febrero. Martes laborable y día de guardar.


Sanabria. 15 de Agosto. Sábado a las dos de la tarde con 35ºC.


Una vez superado el shock inicial dispusimos que lo mejor sería comer en un sitio tranquilo, para por la tarde echar un rato de piragua y después... pues después ya se vería.
Entendemos por un sitio tranquilo la Laguna de los Peces. Laguna de origen artificial, pero "mu apañá", a la cual se accede desde el mismo lago, subiendo por la carretera que va a San Martín de Castañeda. Y entendemos por piraguas, embarcaciones (en la concepción más amplia del término), de plástico y con un nivel de flotabilidad máximo, pero de una forma, peso, aerodinámica y manejabilidad francamente poco apropiados.


Marmota al mando de una de las mencionadas... "piraguas".

De modo que después de remar un par de horas por el lago, y zascandilear otra hora más bajo el sol de la tarde, decidimos poner en marcha la operación "cenita rica". Aparcamos los cayucos, desaparcamos la furgo* y nos subimos a San Martín, esperando encontrarnos la playa vacía de todo dominguerismo a nuestro regreso, para poder pernoctar a orillas del lago.
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*Nota: cuando llegamos a la furgo estaba abierta la puerta de atrás. Afortunadamente sólo había dentro un par de bolsas de patatas, unos CD's, y todas nuestras cosas de valor. A lo que hay que añadir la multa por aparcar debajo (literalmente) de una señal de PROHIBIDO APARCAR.
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Así pues, cenamos según lo dispuesto. Según lo dispuesto en la carta, es decir, pulpito (recién pescado en el lago), lacón, mollejas (del pulpo?), y demás viandas propias de la zona. Al terminar regresamos a la playa, esperando encontrala vacía de familieos y botellones.

Por fin!!! Algo salía según lo previsto. Apenas un par de grupitos en plan tranqui. El lago calmado. El cielo estrellado. Buscamos un sitio agradable bajo unos robles, nos acomodamos observando el reflejo de las lucecitas de los pueblos sobre el agua. Los cárabos ululaban. El vaivén del agua relajaba los sentidos. Y de pronto, como de la nada, una luz brillante apareció de la oscuridad y un pequeño ser verde se presentó ante nosotros... Buena noshe!! Guardia Sivil!! Se jodió el momento. La intensa luz tornose en desagradable foco, y el pequeño ser verde resultó ser un benemérito de no muy alta estatura.
Lo que sigue, lo de siempre. Registro pertinente en busca de "estupefacientes" y la consiguiente cara de frustración al no ver recompensado el servicio con el preciado botín. Buena noshe y adió!

El resto de la noche transcurrió según lo previsto, y así, con los cárabos, las estrellas y demás, nos quedamos dormidos en tan idílico paraje...
Hasta que nos despertamos claro, a eso de las 2:30, sobresaltados por el alboroto. Bieeennnn!!! Había llegado el botellón a la playa. Gritos, gritos, más gritos y algún que otro grito, todos ellos acompañados de ingentes cantidades etílicas. Así podríamos resumir las cuatro horas siguientes. Cuatro larguiiiiiiiiiiisimas horas, en las que nuestras mentes se esforzaban en imaginarse cómo aniquilar a semejantes especímenes, o al menos, silenciarlos.

Y el silencio, al fin, llegó. Y nosotros, al fin, pudimos descansar...